viernes, 11 de noviembre de 2011

“Respete mis pelos, blancos”

 Por: Daniela Rodríguez González y Luisa Vargas Ibañez

“La forma en que se desarrolla la discriminación racial hoy, no es igual a la esclavización que sufrieron los pueblos africanos, pero subyace en todas las formas de racismo una misma ideología; la concepción que determina la inferioridad de ciertas poblaciones debida a sus características biológicas asociadas a su raza. Además esas nuevas formas de racismo tiene expresiones locales […]”[1]


La problemática del desplazamiento forzado en Colombia ha sido una de las más importantes y preocupantes en los últimos años. Se han realizado artículos, libros, boletines y demás estadísticas acerca del tema, pero se hace muy poca referencia con respecto a los procesos de adaptación que inician las comunidades victimas del desplazamiento forzado, a la hora de establecerse en un territorio diferente. En este caso, lo cambios que presentan los afrodescendientes y su cultura a la hora de llegar a otra ciudad que posee costumbres y hábitos distintos.
Los afrocolombianos, pese a representar a una minoría, son las personas que sufren el flagelo del desplazamiento en mayor dimensión que las demás comunidades. En este sentido, AFRODES (Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados) en su artículo La lucha por nuestro territorio: Desplazamiento, afirma (basándose en las cifras de la Consultoría para los Derechos Humanos –CODHES-) que más del 30% del total de personas internamente desplazadas en Colombia son Afrocolombianas.
La población afrodescendiente constituye el 8% de la población colombiana y el 11% de la población afectada por el desplazamiento forzado interno, en los últimos años, sus territorios han pasado a ser estratégicos, en especial los del Pacífico colombiano, que se caracteriza por ser el territorio en el que se acentúa el mayor índice de población negra, lo que constituye una diferencia de las demás regiones azotadas por el desplazamiento forzado según AFRODES.
Los afro poseen una estructura diferente a la de las demás regiones, lo que nos llevaría a suponer que los procesos de adaptación de afrodescendientes y nuevos receptores, en este caso los bogotanos, es desde un comienzo una problemática y representa un choque entre dos mundos.
Paralelamente a esto, Claudia P. Romero en su libro Condiciones de vulnerabilidad social y acción colectiva de la población desplazada ubicada en Bogotá, afirma que en el momento en que los afrodescendientes se separan de su territorio, se crea una ruptura entre sus relaciones étnicas, comunitarias y familiares y ello desemboca en una perdida para el país en cuanto a la diversidad y riqueza cultural.  Esto porque el paso de condiciones de vida determinada a otras totalmente opuestas, podría generar la transposición de unas costumbres del nuevo circulo social sobre las antiguas y con ello un grupo que sale del mismo territorio y se reparte en lugares diferentes, donde poco a poco terminará por perder su sentido de pertenencia como grupo étnico.
Es indiscutible que las comunidades afrocolombianas, además de ser estratégicamente importantes en el conflicto y por tanto, la etnia más azotada por la violencia, son también un componente indispensable para el país como el conjunto de tradiciones que expresan una cultura propia y por tanto significan una parte de vital importancia en el conjunto de la nación.
En relación a esto, Fabio Colmenares (estudiante egresado de la Universidad del Rosario del programa de sociología) considera que en cuanto a los migrantes afrodescendientes, dependiendo de su edad, entre más "viejos" sean, es más difícil que sus costumbres cambien. Además, afirma que: “El choque cultural es grande. De hecho, es tan grande que creo que se ve reflejado en los ámbitos más notorios de su cotidianidad como las costumbres alimenticias; creo que su dieta tiende a reacomodarse. El sistema público de transporte, las masas movilizándose, el bombardeo mediático, el contraste socio-económico y hasta el racismo pueden afectar gravemente su postura cultural en Bogotá”.
A esto añade que varias de las costumbres de estas personas se van acomodando, pero que los elementos "instalados" en su socialización primaria, incluso permeados hasta su socialización secundaria, hacen que se sientan constantemente como "extranjeros", lo cual influye en su acomodamiento.
Asimismo, discurre que “Si son sistemas familiares los que migran juntos, se crea un círculo de protección de costumbres, si así queremos llamarlo. Es decir, este mismo grupo, toda esta familia, va a estar reproduciendo constantemente las costumbres que el entorno les permita reproducir”.
A todo esto, el choque –según Fabio Colmenares- podría entenderse como la situación en que las costumbres que traen se incrustan en su nuevo entorno social. Esto porque si no existiera choque, simplemente la cultura local se tragaría o se mezclaría o se combinaría con la foránea y este proceso no siempre es exitoso. El mismo hecho que se reproduzcan festividades como “San Pacho” muestra que hay una necesidad de tener a estas personas recordando sus orígenes, pues el encuentro de culturas pone en riesgo esas raíces, afirma.
Por otro lado, Turys Martinez, oriundo de Quibdó y actualmente habitante de la ciudad de Bogotá, contestó a las siguientes preguntas:
1.      ¿Considera usted que el hecho de acentuarse en una ciudad que no guarda relación con sus costumbres genera un choque cultural?
-           Todo tiene su proporcionabilidad, es decir, en algunos aspectos podría haber un choque de costumbres, pero por lo general, a mi juicio, hay una coexistencia de costumbres.  No sé en qué ejemplo podrían chocar, pero sé que sí es posible. Pero por lo general sería como una coexistencia-adaptación.
2.      En lo que respecta a festividades ¿Qué se hace para que tengan continuidad, para que puedan aún conservarse en la distancia?
-Esas son fiestas, de hecho acá lo celebran, se llama "San Pachito" y la alcaldía promueve su celebración como en aras de respetar la costumbre de las personas de allá que residen acá y aún se sienten y están identificados con características propias del chocó, para el caso concreto.

3.      ¿En ningún momento ha sentido que sus costumbres, además de no ser reproducidas por la nueva ciudad, son contrariadas?
-          Un ejemplo de que la costumbre chocaría, es que algunas personas en Quibdó acostumbran (valga la redundancia) a escuchar música a alto volumen sin que nadie se queje. Acá no se puede hacer lo mismo, a cada rato llaman el portero, o una contravención policial o cualquier otra cosa que generaría un choque con las personas de acá que no acostumbran a hacer eso.

4.      En cuanto al transporte y la comida…
-          Si el transporte, etc. A mi acá lo que me ha dado duro pues el transporte, en Quibdó acostumbraba a caminar o moto, vivía muy cerca al colegio, a 7 minutos, acá todo es lejos jajaja.`
-          Yo te lo digo desde mi punto de vista, pero puede haber una persona que sencillamente no pueda adaptarse a una coexistencia de costumbre y en cada momento eso le genere choque.

A todo esto, es evidente que la diferencia y diversidad cultural no es apreciada por el común y en lugar de ello, se da lugar a prejuicios respecto a las personas negras. Según Mara Viveros Vigoya en Discriminación racial, intervención social y subjetividad. Reflexiones a partir de un estudio de caso en Bogotá, la discriminación -entendida como dar a una persona un trato desigual, basado en motivaciones raciales, políticas o religiosas, entre otras- es muy común hacia la gente de raza negra, pero sin embargo es poco notoria.
“A las personas negras no se las ha institucionalizado como "distintas", porque no representan la otredad cultural que la antropología buscaba en los indígenas. En consecuencia, han sido vistas como ciudadanos comunes, ignorando y ocultando las discriminaciones raciales de las que han sido objeto”. Peter Wade (1997).[2]
Asimismo, plantea que el racismo se va adecuando a las nuevas condiciones sociales y pese a que se hable de una igualdad, el establecer prejuicios como que las personas afrocolombianas son "escandalosas" y "problemáticas" no permiten una buena integración en las comunidades. Como un ejemplo de ello propone el caso de Guillermo, el funcionario responsable del trabajo con población desplazada en el ICBF, quien –afirman-tampoco es ajeno a los estereotipos sociales que califican a las personas afrocolombianas como "escandalosas". Según su percepción, fundada en la experiencia que tiene con los niños "afro" que asisten al programa, éstos desordenan el grupo, "forman la recocha y hacen relajo", porque "provienen de regiones donde pueden hacer mucho alboroto". Su comportamiento, nos dice, le ha causado algunos problemas con sus compañeros de trabajo, con los otros niños del grupo y con la propia comunidad, "pues los niños afro lideran el desorden" y son "los más rebeldes". Al no poder expresarse de la misma manera en Bogotá, estos niños manifiestan el rechazo a la falta de libertad que tienen en el programa debido a su forma de comportarse. Por tal motivo, su estrategia para trabajar con ellos ha sido "tenerles paciencia y dejarlos hacer el desorden, pero controlando que no se sobrepasen".

Con respecto a esto Paola Correa, que estuvo establecida durante 3 años en la ciudad de Medellín – en la que según ella existe un alto índice de población negra- , afirma que los afrodescendientes que vivían cerca a su casa eran constantemente corridos de las casas que tomaban arrendadas por la “bulla”. Cuenta que una amiga suya había arrendado a unos costeños negros, pero les tuvo que pedir porque  todo el vecindario se quejó de que hacían fiesta todos los días.
Añade que su hermano constantemente está expresando que “los negros son muy confianzudos y así uno no los conozca, van a pedir favores; además tienen un olor característico y aunque usen perfume, huelen a negro”. Igualmente afirma que: “el dialecto de ellos, como decir “mami”, “reina” y eso…es molesto para algunas personas”.

Así, se crea una tensión entre los migrantes y los receptores: por un lado los migrantes experimentan un choque cuando llegan a otras ciudades, de esta manera según expresa Jorge Luis Vega, migrante de Sincelejo, el choque puede empezar por lo más sencillo, por ejemplo, el empleo de algunas palabras que tienen significados distintos en el nuevo contexto y que generan una ruptura en la comunicación y por tanto, producen una pérdida del léxico autóctono y una adopción de las palabras que suelen ser utilizadas en el nuevo contexto.
Además, manifiesta que, a pesar de esto, existe también una lucha por conservar las costumbres natales y esto desemboca en la razón de que los afrodescendientes, especialmente los migrantes, acostumbren a conformar grupos de personas de color y con ello, diferenciarse de los demás.
Así, basándose en la necesidad de preservar la cultura de los afrocolombianos, en 2008 se llevó a cabo la construcción de un Centro Cultural de Afrodescendientes, donde participaron 122 organizaciones sociales con el apoyo de los institutos distritales de Patrimonio Cultural y de Participación y Acción Comunal (Idpac). Esta casa, está ubicada en la calle 8a. con carrera 9a., justo a una cuadra de la Vicepresidencia de la República, cuenta con un restaurante de comida típica de la cultura afro, una biblioteca, locales comerciales y un auditorio para realizar todo tipo de conferencias, reuniones y demás celebraciones de esta comunidad. De esta manera, este lugar ayuda a estas personas a reunirse y expresarse compartiendo con las personas de su tierra.
También se han creado asociaciones como el colectivo Jóvenes Afrocolombianos por la Paz, Afropaz, adscrito a la Asociación de Afrocolombianos Desplazados: AFRODES, con los cuales se desarrolla el proyecto Escuela de Liderazgo Juvenil Afrocolombiano apoyado por el ACNUR, y financiado por la comunidad de Madrid”[3] para resistir el rechazo y dar lugar a la participación de afrodescendientes en espacios como Altos de Cazuca (territorio ubicado en Soacha, caracterizado por la aglomeración de población en situación de desplazamiento) donde su participación es limitada y sus modos de expresión son circunscritos a los actores armados que preponderan en el territorio.

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